jueves, 20 de octubre de 2016

William Parsons y la construcción del mayor telescopio del mundo

William Parsons (1800-1867), tercer conde de Rosse | Fuente

William Parsons nació el 17 de junio de 1800, en York, Inglaterra. De familia noble, su abuelo fue el primer Conde de Rosse y su padre tuvo un papel destacado en el parlamento irlandés desde 1782. William, tercer Conde de Rosse, estudió en Dublín y completó su formación en Oxford. Aunque nunca fue un estudiante brillante, sí demostró un notable talento en las cuestiones prácticas y acabó convirtiéndose en un habilidoso mecánico, un experimentado fundidor y un ingenioso óptico. 

Poco después de terminar sus estudios, Parsons ya había llegado a la conclusión de que apenas se habían realizado grandes avances en la construcción de telescopios desde la época dorada del astrónomo William Herschel, varias décadas atrás. El principal inconveniente es que Herschel no había dejado ni un solo detalle de sus métodos de forjado y pulido de espejos antes de morir. Quien intentara superar al maestro tendría que partir de cero y desarrollar sus propias técnicas.

El descomunal telescopio de 1,2 m, construido por Herschel en 1789 | Fuente

Parsons aceptó el reto y empezó a experimentar con una aleación de estaño y cobre, en proporción de cuatro a uno. A partir de 1828, y durante un periodo de 17 años, construyó primero un modesto telescopio reflector de 38 cm, luego otro de 61 centímetros y, por último, un telescopio de 91 centímetros, con los que consiguió unos resultados destacados. Por el camino desarrolló algunas ingeniosas mejoras, como una máquina automática de pulido del espejo, alimentada a vapor. Y todo ello lo logró sin salir de su castillo de Birr, en Parsonstown, una pequeña ciudad a 100 km de Dublín.

El castillo de Birr, en la actualidad | Fuente

Entusiasmado con sus progresos, en 1842 estaba preparado para enfrentarse al mayor desafío de su vida: construir el telescopio más grande del mundo. Se necesitaron 80 metros cúbicos de turba para fundir los ingredientes del espejo, que pesaba 4 toneladas, medía 1,8 metros de diámetro y tenía 15 cm de espesor. Solo en enfriarse tardó 6 semanas a temperatura ambiente...irlandesa. El proceso de forjado y enfriamiento era tan delicado que tuvo que repetirlo varias veces, ya que el frágil espejo se acababa fracturando en alguna de las etapas; la más dolorosa de ellas justo cuando estaba a punto de colocarlo en el telescopio. Parsons tardaría tres años en conseguir montar un espejo en el impresionante tubo de 16 metros de largo. Dicho tubo estaba colgado de dos paredes de mampostería, de 22 metros de largo y 17 de alto, que lo protegían del viento.

En 1845, tras haber invertido el equivalente a un millón de libras actuales de su propio bolsillo, Lord Rosse pudo terminar por fin su descomunal telescopio, y empezó a hacer observaciones con él. La operativa no era sencilla: mientras lord Rosse mantenía el equilibrio colgado de un andamio, varios trabajadores accionaban manivelas, plataformas y poleas para colocar el telescopio a la altura apropiada. La lucha con aquella gigantesca máquina se repetía noche tras noche, motivo por el cual llegó a ser conocida como el Leviatán de Parsonstown.

El Leviatán, en un grabado de la época | Fuente

El esfuerzo mereció la pena, ya que Rosse pudo disfrutar con una espectaculares vistas del cielo nocturno, aunque eso solo ocurría cuando el clima de Irlanda se lo permitía. El caso es que, entre nube y nube, Rosse fijó su atención en las nebulosas. Hasta entonces, los telescopios no habían sido capaces de revelar muchos detalles acerca de su naturaleza. El Leviatán de Parsonstown empezó a mostrar que éstas tenían una estructura interna bien definida. La primera nebulosa en sucumbir al Leviatán fue Messier 51, que se convirtió en objeto del dibujo asombrosamente detallado por parte de Rosse. Este pudo discernir claramente que M51 tenía una estructura espiral. El dibujo de Rosse llegó a ser muy conocido en toda Europa, e incluso se ha sugerido que inspiró a Van Gogh en la creación de su cuadro La noche estrellada.

Boceto dibujado por Rosse junto con imagen moderna de M51 | Fuente

La noche estrellada (Van Gogh, 1889) | Fuente

Aunque la verdadera naturaleza de estas nebulosas no se descubriría hasta la década de 1920, Rosse ya comprendió que éstas eran algo más que una mera nube gaseosa; algunas de ellas eran auténticas colecciones de estrellas.

El Leviatán de Parsonstown fue el telescopio más grande del mundo durante más de setenta años, cumpliendo el sueño de lord Rosse. Su fama fue tal que aparece nombrado en la novela de Julio Verne De la Tierra a la Luna (1865).

Lo cierto es que, en la práctica, el Leviatán se utilizaba muy de vez en cuando. Se podía mover arriba y abajo, pero apenas tenía juego de lado a lado, lo que limitaba mucho la región del cielo accesible. Otro problema era el clima de la región. El cielo estaba nublado la mayor parte del tiempo y la distorsión atmosférica hacía que las estrella titilaran, dificultando las observaciones. Los astrónomos aprendieron la lección y, a partir de entonces, no solo pensaron cómo construir los telescopios, sino también dónde construirlos.

En la actualidad, el Leviatán de Parsonstown ha sido restaurado en su emplazamiento original, integrado en el Museo de la Ciencia que el séptimo conde de Rosse ha abierto en el castillo de Birr.


El Leviatán, reconstruido en la actualidad | Fuente
BIBLIOGRAFÍA:

  1. Robert S. Ball (1907). Great astronomers. Sir Isaac Pitman & Sons LTD.
  2. Simon Singh (2014). Big Bang. Biblioteca Buridán.
  3. Helge Kragh (2008). Historia de la cosmología. Editorial Crítica.