jueves, 15 de septiembre de 2016

Harlow Shapley (II): El Gran Debate

(Puedes leer la primera parte de esta serie en este enlace)

La nebulosa espiral M101, captada en 1916 | Fuente

Desde el siglo XIX se habían descubierto en el cielo unos objetos astronómicos que fueron bautizados como nebulosas espirales. Nadie sabía cuál era la naturaleza de estos misteriosos objetos, ni siquiera a qué distancia estaban exactamente. ¿Formaban parte de nuestra propia galaxia, la Vía Láctea, o ellas mismas eran galaxias con todas las de la ley? Los astrónomos del Observatorio del Monte Wilson defendían que la Vía Láctea era una enorme galaxia que contenía a todo el universo. En cambio, sus colegas del Observatorio Lick creían firmemente que las nebulosas eran galaxias por derecho propio, independientes de la Vía Láctea.

A sugerencia del astrónomo George Ellery Hale, la Academia Nacional de Ciencias de Washington reunió a ambas facciones para que debatiesen la cuestión delante de los más eminentes científicos del país. El llamado Gran Debate tuvo lugar en el Museo de Historia Natural de Washington, la noche del 26 de abril de 1920. Desde el Observatorio Lick vino Herber Curtis, un astrónomo de impecable reputación y bien conocido por la autoridad y confianza con la que se expresaba. Por parte del Observatorio del Monte Wilson acudió un joven y ambicioso astrónomo llamado Harlow Shapley. Ambos tenían 45 minutos para realizar una presentación sobre “la escala de distancias del universo”.

Shapley (izquierda) y Curtis (derecha) | Fuente

Muy pronto quedó de manifiesto que Shapley no tenía las tablas de su oponente. Estaba nervioso y simplemente leyó su presentación: diecinueve páginas escritas a máquina con algunas correcciones hechas a mano. Su enfoque era tan básico que tardó seis páginas en llegar a la definición de año luz. Curtis, por su parte, tenía su charla resumida en diapositivas, como haría cualquier conferenciante de la actualidad. Si hubiese sido por una cuestión de estilo, el ganador habría sido Curtis, sin duda.

En cuanto al contenido, cada uno de ellos tenía razón en alguno de sus argumentos y se equivocaba en otro. Shapley situaba el Sol lejos del centro de una gran galaxia, en la que las nebulosas espirales no eran más que nubes de gas repelidas por la presión de la luz de la Vía Láctea. Su principal argumento se basaba en los cálculos del astrónomo Adriaan van Maanen, que había medido el movimiento de las estrellas en algunas nebulosas espirales, de lo que dedujo -erróneamente, como se demostró luego- una distancia excesivamente próxima a la Tierra.

Adriaan van Maanen (1884-1946) | Fuente

Por su parte, Curtis estaba convencido de que la Vía Láctea era una galaxia relativamente pequeña, y que las nebulosas espirales eran galaxias muy lejanas, o universos-isla, usando el término empleado por el filósofo del siglo XVIII Immanuel Kant, quien también estaba convencido que las nebulosas espirales no pertenecían a nuestra galaxia. En su contra, colocaba al Sol en el centro de la Vía Láctea, entre otras cosas, porque no creía que las estrellas Cefeidas fuesen buenos indicadores de distancia.

Lo cierto es que no hubo un claro vencedor, y como sucede en la mayoría de los casos, el debate científico no decidió nada a falta de nuevas evidencias. Para ello, hubo que esperar a que entrara en escena un hombre destinado a cambiar la historia de la astronomía: el estadounidense Edwin Hubble.

Edwin Hubble (1889-1953) | Fuente

En 1924, Hubble identificó estrellas Cefeidas en la galaxia de Andrómeda (M31) usando el telescopio Hooker de 100 pulgadas del Observatorio Wilson. Estas estrellas permitieron estimar a Hubble que la distancia hasta M31 era de más de 900.000 años luz, mucho mayor que el tamaño propuesto por Shapley para nuestra galaxia. Cuando Hubble le escribió al año siguiente anunciándole su descubrimiento, Shapley apuntó en su diario: “Esta es la carta que ha destruido mi universo”.

La placa fotográfica en la que Hubble identificó la primera Cefeida en M31 | Fuente

A medida que se fueron calculando las distancias a otras nebulosas espirales y acumulando pruebas a su favor, hubo consenso entre los científicos que las nebulosas espirales eran galaxias muy lejanas. Aunque había acertado al destronar al Sol de su posición privilegiada en el centro de la galaxia, Shapley tuvo que admitir que estaba equivocado en el principal argumento del Gran Debate. Ahora sabemos que el universo observable se compone de miles de millones de galaxias, y que las nebulosas espirales son, en efecto, galaxias como la nuestra.

BIBLIOGRAFÍA:
  1. Simon Singh (2014). Big Bang. Biblioteca Buridán.
  2. Timothy Ferris (1990). La aventura del universo. Editorial Crítica.
  3. Harlow Shapley, Herber Curtis (1921). The scale of the universe. Bulletin of the National Research Council.
  4. Virginia Trimble (1995). The 1920 Shapley-Curtis Discussion: Background, Issues, And Aftermath. Publications of the Astronomical Society of the Pacific 107, 1133-1144.




lunes, 5 de septiembre de 2016

Harlow Shapley (I): El astrónomo que destronó al Sol

Harlow Shapley (1885-1972) | Fuente

Harlow Shapley nació el 2 de noviembre de 1885, en una modesta granja de Nashville, Missouri (Estados Unidos). Alternó sus estudios de secundaria con un trabajo como periodista en la sección de sucesos de un periódico de Kansas, hasta que, en 1907, consiguió entrar en la Universidad de Missouri. Al descubrir que la apertura de la Escuela de Periodismo se había aplazado un año, decidió estudiar la primera carrera que apareciera en el catálogo de cursos. Descartada arqueología, porque no podía pronunciar bien su nombre, escogió la siguiente. Era astronomía.

Aunque no puede decirse que entrara en la astronomía por vocación, Shapley sí demostró tener mucho talento para la materia. Terminó sus estudios en 1911 e hizo el doctorado en Princeton con el destacado astrónomo Henry Norris Russell como mentor. Su trabajo llamó la atención de otro gran astrónomo, George Ellery Hale, que decidió contratarlo para trabajar en el Observatorio del Monte Wilson, del que era director. Allí empezó a estudiar las estrellas Cefeidas, las cuales, como bien había demostrado Henrietta Leavitt, podían usarse para medir distancias astronómicas, gracias a la relación existente entre su luminosidad y su periodo. Shapley fue el primero en proponer que las Cefeidas eran en realidad púlsares, en lugar de estrellas binarias como se creía entonces. Las Cefeidas iban a jugar un papel fundamental en el descubrimiento más importante de Shapley: la posición del Sol en nuestra galaxia.

Marcadas con un círculo rojo, las Cefeidas de la galaxia UGC 9391 | Fuente

Hasta ese momento, los astrónomos estaban convencidos que el Sol se hallaba muy cerca del centro de nuestra galaxia, puesto que la Vía Láctea nos rodeaba de forma más o menos uniforme, formando un gran arco en el cielo. Existía, sin embargo, una importante asimetría que los científicos no eran capaces de explicar. Estos sabían que las estrellas podían agruparse en los llamados cúmulos globulares, sistemas estelares de forma redondeada que contienen centenares de miles de estrellas cada uno. Pero estos cúmulos globulares no aparecían repartidos con regularidad en el firmamento. En particular, casi un tercio de los cúmulos globulares se concentraban en la constelación de Sagitario, la región más brillante y plagada de estrellas de todo el firmamento.

La Vía Láctea aparece más brillante en la dirección de la constelación de Sagitario | Fuente

En 1918, Shapley emprendió la tarea de determinar las distancias a todos los cúmulos globulares de la galaxia. Gracias al nuevo telescopio reflector de 100 pulgadas -el mayor del mundo en su época- que se había instalado en el Observatorio del Monte Wilson el año anterior, pudo hallar estrellas Cefeidas en estos cúmulos globulares y, a partir de ahí, determinar sus distancias. Una vez obtenidos todos los datos, Shapley pudo construir un modelo tridimensional de los cúmulos globulares. El resultado no dejaba lugar a dudas: estos formaban una esfera alrededor de un punto muy alejado del Sol. Desde nuestro punto de vista, el centro se encontraba en la constelación de Sagitario.

Shapley supuso correctamente que los cúmulos globulares se distribuían en torno al centro de la Galaxia. Según sus estimaciones, la distancia que nos separa del centro de la galaxia era de 28.375 años luz, solo ligeramente superior a las mejores estimaciones actuales. Al mismo tiempo, sus cálculos pusieron de manifiesto que el tamaño de nuestra galaxia era mucho mayor de lo que se creía entonces, pues contenía al menos 100.000 millones de estrellas.

Distribución de los cúmulos globulares en la Vía Láctea. El punto rojo indica la posición del Sol | Fuente

Hoy sabemos que el centro de la galaxia se encuentra a 27.700 años luz, y que la Vía Láctea tiene un diámetro aproximado de 100.000 años luz. Nuestro sistema solar no se halla, ni mucho menos, en el centro de la galaxia, sino a unos 20.000 años luz de uno de sus bordes y a 80.000 años luz del otro. 

Retrato de la Vía Láctea, con el Sol en uno de sus brazos | Fuente

A mediados del siglo XVI, Nicolás Copérnico había apartado a la Tierra de su posición privilegiada dentro de nuestro sistema solar, pasando a ser otro de los planetas que giraba alrededor del Sol. Casi cuatrocientos años después, Shapley destronaba al Sol alejándolo del centro del universo y mandándolo a la periferia de la Vía Láctea, una más de las miles de millones de estrellas que forman nuestra galaxia. 

BIBLIOGRAFÍA:
  1. Jeremiah P. Ostriker, Simon Mitton (2014). El corazón de las tinieblas. Editorial Pasado & Presente.
  2. Lawrence M. Krauss (2013). Un universo de la nada. Editorial Pasado & Presente.
  3. Isaac Asimov (1990). Historia y cronología de la ciencia y los descubrimientos. Editorial Ariel.